viernes, 30 de diciembre de 2016

EL MILAGRO DEL STANBROOK

                                                      


 STANBROOK

Milagro de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo:        
        
                               La Madre Gloriosa, tan ducha en acorrer
                                  la que suele a sus siervos en las cuitas valer
                                     a este condenado quísolo proteger
                                        recordose el servicio que le solía hacer
                     
                              Una huida  nos esperaba hacía un sitio sin conocer
                                  separados por una orden pero fe hay que tener
                                   en que en algún momento esperado nos volveríamos a ver
                                     con la nostalgia en el corazón y sin lágrimas caer.
                        
                     
                   

Recuerdo que estábamos mi madre y yo esperando al hombre que nos iba a conseguir los billetes para subir al enorme barco. Estuvimos quince minutos esperando hasta que finalmente, un hombre alto y robusto se acercó a  nosotras preguntando por el nombre de mi madre.
Nos dijo que su oferta era la siguiente: El nos conseguía los billetes a cambio de tres cuartos de nuestro dinero ahorrado. La cara de mi madre fue un cuadro, no sabía qué hacer, y por qué iba a tener que fiarse de un hombre con el que apenas había tenido palabra y media. ¿Tener que darle gran parte de todo mi dinero ahorrado para poder salir de aquí, si era que finalmente podíamos conseguirlo? era la única pregunta que le andaba por la cabeza a mi madre. Después de más de diez minutos con la mirada fija decidió apostarlo todo e intentar que todo saliera bien, además ¿Qué iba a salir mal con la ayuda de nuestro señor?
El hombre robusto y alto cuyo nombre era Alfonso nos montó en un camión y dijo que este nos llevaría a la casa donde íbamos a pasar el día hasta que él volviera con los billetes. En el interior del camión había muchas más familias con hijos pequeños, escondiéndose también de aquella situación desesperante. Rápidamente hicimos trato con una de las familias más pobres que vimos, y les ofrecimos pan y agua ya que veíamos y escuchábamos los gritos de llanto de sus hijos hambrientos.

Al llegar a la casa, nos abrió la puerta el que decían ser el jefe de la casa y al que había que tenerle máximo respeto. Aquella vivienda estaba desorganizada y sucia. Parecía una pocilga, contaba con una habitación, en la cual teníamos que dormir todos; dos baños, los cuales uno estaba averiado; una pequeña y estrecha cocina llena de restos de comida que apestaban con el paso de los días. Estas eran las condiciones y como siempre recordaba mi madre: " de todo se sale".
La horas comenzaron a volar y no daba ninguna señal de vida, mi madre empezó a pensar que Dios, nuestro señor, nos había abandonado, que jamás íbamos a poder recuperar nuestra vida anterior y poco a poco dejo de creer hasta en ella misma.

Yo y el hijo de una familia decidimos salir de aquella casa a por algo de agua, y un poco de pan del día, mi madre temblaba cuando salí de casa por el miedo a que pueda pasarme algo. Pero yo no tenía ningún miedo, en mi mente tenía que Fernando el Temerario (el protagonista de un libro lleno de aventuras y hazañas ) me ayudaría a salir ileso de aquella escapada rápida. Al llegar a casa, mi madre se abalanzó sobre mi , alegre de mi llegada. Cuando ya dábamos todo por perdido, sonó el telefonillo preguntando por nosotros una voz masculina. Nosotros bajamos rápidamente y sí, era Alfonso con nuestros billetes de huida. Alegres de vernos ya en la enorme y larga fila, de este gigantesco barco, y con grandísimas ganas de salir ya de aquel país que tantas tormentas nos ha dado. Pero claro, nunca nada puede salir bien ¿ verdad? para colmar la paciencia de mi madre nos dicen dos guardias que tenemos que separarnos en niños y adultos. Mi madre sofocada por aquella obligación empezó a dar gritos diciendo que cómo iban a separarnos, decía que sus hijas eran menores que la pequeña apenas tenía cinco años, cómo íbamos a estar sin nuestra madre. ¿ A cargo de quién?
A pesar de lágrimas de tristeza y desesperación, mi madre decidió continuar el viaje a pesar de todo, e intentar seguir  adelante, con el pensamiento de que nos encontraremos en tierra firme.




1 comentario:

  1. Los versos inventados deben ir al final, a modo de cierre del texto. Por lo demás, muy buen trabajo.

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