viernes, 28 de abril de 2017

LOCUS AMOENUS


Nos encontrábamos en la cola más larga que nunca he visto. Las cabezas de las personas me impedían ver a que distancia había hasta el control de policía. Las horas se hacían eternas parecía que el tiempo allí no pasaba, no me falto tiempo para pensar en todas las cosas que había perdido y...pensarlo, pensarlo se convertía en un infierno para mí. Me había quedado sola sin nadie y sin nada, la única persona que tenía a mi lado era mi hermanita pequeña. ¿Sabéis qué? Nunca me había sentido tan sola, hecho d menos a mis compañeros de clase, a mi familia, al parque que había detrás de mi casa y los muchos recuerdos graciosos que guarda, hecho de menos cada segundo de mi vida pasada, hecho de menos a mi madre, a sus regañinas, a sus risas, a sus abrazos. Pero ella ya no está, y tengo una promesa con ella, y es que conseguiré salir de aquí como sea, lo prometo. Entre tanta palabra rondando por mi cabeza un guardia empezó a chillarme como si de una sordera se tratara, no le entendía, no era mi idioma. Él al ver que yo no podía entenderle y que intentarlo era absurdo se fue y regreso a los cinco minutos con otro policía. Éste hablaba inglés y bueno conseguimos entendernos gracias a las clases particulares que daba en mi país. Nos revisaron a mi hermana y a mí.

- ¿ Estáis solas ? ¿ Y vuestros padres?. Me preguntó el policía
- Sí, estamos solas. Murieron.

El policía se quedo mirando a mi hermana y me metió en el bolso que llevaba una botella de agua sin que nadie lo viera. Nada más salir de aquel control saqué la botella y le di a mi hermana llevábamos cinco horas y media en la cola sin nada de bebida. Yo no bebí, pensé que era mejor guardarla para cuando ya no aguantáramos la sed. Al dar dos pasos al frente no podía creer a quien veían mis ojos, era él, Rafa. Mi único amigo desde que comenzó esta historia sin final alguno, no dudé en gritar su nombre e ir hacia donde estaba él. No tardó en verme y sus ojos se aguaron de alegría, corrió hacía mi y fue el abrazo mas sincero que había sentido en un amigo. Mientras mi hermana jugaba con los hermanos de Rafa, él, su familia y yo manteníamos una conversación llena de noticias y viajes que habíamos hecho cada uno. Hasta que llego el momento en el que les conté la pérdida de mi madre en aquel maldito mar, se llevaron las manos a la cabeza y me dieron el pésame, decían que yo era fuerte y podía salir de esto, y sí esa era exactamente mi promesa. Como todo en esta especie de viaje acaba mal, y ellos ya tenían un billete para un país de asilo en el cual iban a tener ayuda asegurada y podían salir ya de aquel infierno. Es decir, iba a volver a estar completamente sola. Nos despedimos entre lágrimas y partieron. Al darnos la vuelta mi hermana y yo sentimos el aire congelado que golpeaba nuestros rostros, como si del propio Zeus se hablara que tal fuerza sobre cualquier cielo, destrozara. Se podía de decir que era mi espíritu deseando romperlo todo y salir de aquella amargura. Mi mano agarraba fuertemente la pequeña mano fría de mi hermanita.

Lo único que pudimos hacer era entrar en un campo de refugiados, montar tiendas, y pasar aquella noche congelada allí. Una familia nos ofreció su tienda al ver que estábamos mi hermana y yo solas n medio de tanto alboroto. La única condición que nos pusieron era que nuestra comida nos la buscáramos nosotras, acepte. Acepte porque deseaba dormir bajo un techo y con mi hermana después de tantas horas largas de pie.


"Vivo sin vivir en mi,
como aquel recuerdo
que marchito como un jazmín
y de tal manera espero salir de aquí
que tengo una promesa en el corazón
y es un sin vivir
que muero porque no muero
en tanto desespero que causa este anhelo
anhelo las ganas de sonreír
y anhelo a aquella persona que se llevaron de mí".