DIARIO DE UNA REFUGIADA
Querido diario:
Me gustaría escribir en ti las cosas que siento ahora mismo, no sé con quién hablar , no sé a quién acudir, y sinceramente no se ni qué hacer. Han pasado ciertos días desde que me siento así, pero empezaré por el principio, como se suele hacer.
No se me olvidará, nunca ni un solo segundo desde que comenzó todo, yo volvía de las clases a las dos y veinte de la tarde como todos los días, en mi casa me esperaba mi familia, mi querida familia, esperando por mi para comenzar a comer. Bueno, hasta aquí todo bien ¿verdad? una vida como otra cualquiera de una chica quinceañera.
Al terminar el día, después de pasarme unas horas estudiando, y estar un rato con mis amigos, llegué a casa y me fui a dormir para prepararme para el siguiente día de mi vida, para mi, un día normal como otro cualquiera.
Recuerdo que en vez de levantarme aquel maldito despertador rojo, unos estruendos comenzaron a sonar. Toda mi familia somnolienta se levantó de la cama asustada, entre ellas, mi hermana de cinco años.
Yo ni siquiera sabia de donde venían los ruidos. En aquel momento mi madre empezó a gritar diciendo que seguro eran ellos pero, ¿ellos?¿ ellos quienes? ¿Quiénes venían? ¿Qué estaba pasando?
La casa se iba cayendo a pedazos y los escombros se veían por toda la calle. Todas las familias estaban aterrorizadas y con niños en brazos. Yo jamás había visto semejante cosa igual, y al escribirte esto hoy, que ya han pasado algunos que otros días, se me pone la misma piel que se me puso la vez que lo vi, la vez que vi semejante cosa.